Prayers / Oraciones
Oracion de la Santa Camisa
Que la Santa compañía de Dios me acompañe, y que el manto de Santa María, su madre, me cobije y me defienda de todo peligro. Ave María, gratia plena, dominus te cumpla, me libre de todos los espíritus malignos, bautizados y sin bautizar. Cristo vence, Cristo reina, el Señor y justo individual hijo de María virgen, aquél que nació aquel solemne día, que yo no pueda ser muerto, ni me quieran mal. que los que tengan ojos no me vean, los que tengan manos no me toquen, que el hierro no me hiera y los nudos no me aten. Dios le dijo a libón: con tres nueces no podrán hacerme daño, ni a ti, ni a ninguna otra persona que las portara amén, Jesús, María y José. Dominus tecum berrum carrum. Santa María piadosa, madre de Nuestro Señor Jesucristo, al monte tartario entraste y la gran serpiente encontraste; con hisopo de agua bendita la rociaste y ablandándole el corazón a mis enemigos al mundo la sacaste. Que los que tengan ojos no me vean ,los que tengan pies no me cojan, los que tengan manos no me toquen, que el hierro no me hiera, los nudos no me aten y por las tres espadas de san julián sean vencidas, con la leche de la Virgen sean rociados y en el Santo Sepulcro sean sepultados. Amén, Jesús, María y José. Tres Padre Nuestro a la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Ésta es la oración de la Santa Camisa, la del Hijo de Dios vivo, la que me pongo en contra de mis enemigos para que aunque tengan ojos, no me vean, aunque tengan pies, no me alcancen, aunque tengan manos, no me toquen, el hierro no me hiera y los nudos no me aten, y por las tres coronas del patriarca san abraham, aquí ofrezco una oración en unión de mi persona para que vengan mis enemigos tan mansos a mi, como fue nuestro Señor Jesucristo con el madero a la cruz; San Ildefonso, bendito confesor de nuestro Señor Jesucristo que bendijiste la hostia y el cáliz, en el altar mayor, bendice mi cama, mi cuerpo, mi casa y todo mi alrededor, líbrame de brujos, hechiceros y personas de malignas intenciones. Con tres te mido, con tres te parto, con la gracia de Dios y el Espíritu Santo. Jesús, María y José.
Ésta es la oración de la Santa Camisa, la del Hijo de Dios vivo, la que me pongo en contra de mis enemigos para que aunque tengan ojos, no me vean, aunque tengan pies, no me alcancen, aunque tengan manos, no me toquen, el hierro no me hiera y los nudos no me aten, y por las tres coronas del patriarca san abraham, aquí ofrezco una oración en unión de mi persona para que vengan mis enemigos tan mansos a mi, como fue nuestro Señor Jesucristo con el madero a la cruz; San Ildefonso, bendito confesor de nuestro Señor Jesucristo que bendijiste la hostia y el cáliz, en el altar mayor, bendice mi cama, mi cuerpo, mi casa y todo mi alrededor, líbrame de brujos, hechiceros y personas de malignas intenciones. Con tres te mido, con tres te parto, con la gracia de Dios y el Espíritu Santo. Jesús, María y José.
Oracion de La Puerta
Divina Providencia: Tú que eres el autor de todo lo creado, sin cuya voluntad nada se mueve, recurro a ti en estos momentos de vacilación, para que me guies y me protejas en contra de los espíritus tentadores y envidiosos.
Mi espíritu guía: Si algún enemigo material aguijoneado por la envidia pretendiese levantar su mano para herirme o pronunciara una palabra para humillarme por medio de la calumnia, desviad su mano y su pensamiento para que arrepentido de su falta me pida perdón, que yo; le perdonaré, y rogaré a Dios por su salvación.
Ángel de mi guarda: no permitas que yo siendo inocente pueda ser víctima, ni pagar culpas que no he cometido, solamente por satisfacciones que quieran experimentar los espíritus falsos y obsesores.
En nombre de Dios Todopoderoso, ruego al ángel de mi guarda y a mis espíritus protectores que me libren de las malas influencias y de las malas tentaciones; que los espíritus falsos y seductores no tengan entrada en mi persona ni en mi casa y que los espíritus de luz me sirvan de escolta.
Gran poder: Que esta Oración en la puerta de mi hogar sirva de muralla para todos mis enemigos materiales y espirituales y que vuestra Divina Gracia nos cubra con su manto. Amén, Jesús.
Mi espíritu guía: Si algún enemigo material aguijoneado por la envidia pretendiese levantar su mano para herirme o pronunciara una palabra para humillarme por medio de la calumnia, desviad su mano y su pensamiento para que arrepentido de su falta me pida perdón, que yo; le perdonaré, y rogaré a Dios por su salvación.
Ángel de mi guarda: no permitas que yo siendo inocente pueda ser víctima, ni pagar culpas que no he cometido, solamente por satisfacciones que quieran experimentar los espíritus falsos y obsesores.
En nombre de Dios Todopoderoso, ruego al ángel de mi guarda y a mis espíritus protectores que me libren de las malas influencias y de las malas tentaciones; que los espíritus falsos y seductores no tengan entrada en mi persona ni en mi casa y que los espíritus de luz me sirvan de escolta.
Gran poder: Que esta Oración en la puerta de mi hogar sirva de muralla para todos mis enemigos materiales y espirituales y que vuestra Divina Gracia nos cubra con su manto. Amén, Jesús.
Oracion del Justo Juez
Santisimo Justo Juez, hijo de Santa Maria, que mi cuerpo no se asombre ni mi sangre sea vertida, donde quiera que vaya y venga, las manos del Senor delante las tenga, las de mi Senor San Andres, antes y despues, las de mi Senor San Blas, delante y detras, las de la Senora Virgen Maria, que vayan y vengan, mis enemigos salgan con ojos y no me vean, con armas y no me ofendan, con Justicia y no me prendan, con el pano que Nuestro Senor Jesucristo fue envuelto sea mi cuerpo, que no sea herido ni preso, ni a la verguenza de la carcel puesto. Si en este dia hubiese alguna sentencia en contra mia, que se revoque por la bendicion del Padre, del Hijo y Espiritu Santo. AMEN. La compañía de Dios sea conmigo y el Manto de Santa Maria, su madre, me cobije y de malos peligros me defienda. Ave Maria gracia plena, dominus Tecum, me libre de todo espiritu maligno bautizado y por bautizar. Cristo vence, Cristo reina, Cristo de todos los malos peligros me defienda... El Senor y Justo individual hijo de Santa Maria Virgen, Aquel que nacio en aquel solemne dia, que no pueda ser muerto ni me quieran mal.
Oracion del Justo Juez #2
Oh Divino JUSTO JUEZ a quién adoro rendido, hoy postrado aquí a tus pies el perdón Señor te pido, JUSTO JUEZ esclarecido protector universal A TI pido rendido me libres de todo mal. En peligroso lugar quita el mal pensamiento a todos los que de intento me quisieran asesinar, y si algún criminal piensa quitarme la vida en vereda o camino real, TU SEÑOR, serás mi égida.
Que me valga esta oración Cristo Mío Crucificado y la llaga de tu costado será mi dulce habitación tan solo con implorar TU SANTO NOMBRE glorioso, haz que salga victorioso del queme quiera robar, ¡Oh SANTÍSIMO SACRAMENTO! De mis enemigos y salteadores de bandidos y malhechores líbrame en todo momento, y TÚ VIRGEN MARÍA te pido de corazón que en mí última agonía me prestes tu protección,. ¡Oh SACRATÍSIMA CRUZ! De la gran ciudad de Sión, te ofrezco esta oración diciéndote: Amén Jesús.
Que me valga esta oración Cristo Mío Crucificado y la llaga de tu costado será mi dulce habitación tan solo con implorar TU SANTO NOMBRE glorioso, haz que salga victorioso del queme quiera robar, ¡Oh SANTÍSIMO SACRAMENTO! De mis enemigos y salteadores de bandidos y malhechores líbrame en todo momento, y TÚ VIRGEN MARÍA te pido de corazón que en mí última agonía me prestes tu protección,. ¡Oh SACRATÍSIMA CRUZ! De la gran ciudad de Sión, te ofrezco esta oración diciéndote: Amén Jesús.
Oracion del Justo Juez para Mujer
La Santa compañia de Dios me acompañe, y el Manto de Santa María, su madre me cobije y de los malos peligros me defienda, Ave. María gracia plena dominas te cumpla, me libre de todos espíritus bautizados y sin bautizar creo vencer, Cristo reina, Cristo de malos peligros me defienda, el Señor y Justo individual hijo de Santa María Virgen, aquel que nació en aquel solemne día, que no pueda ser yo muerto, ni me quieran mal, tengan ojos no me vean, manos no me toquen, hierro no me hiera, nudos no me aten. Dios le dijo a Libón, que con tres nueces no pudiera hacerme daño, ni a tí ni a ninguna persona que la trajera consigo y te defendiere aunque no lo digas. amén, Jesús, María y José, Dóminus tecum berrum carrum. Santa María piadosa, madre de nuestro señor Jesucristo al Monte Tartario entrastes, la gran serpiente encontrastes; sin la singular la atastes, con hisopo y agua bendita la rociastes, al mundo la sacastes ablándale el corazón a mis enemigos, que ojos tengan y no me vean, pies y no me cojan, manos no me toquen, hierro no me hieras, nudos no me aten, por las tres espadas de San Julián sean vencidos, con la leche de la Virgen sean rociados, en el Santo Sepulcro sean sepultados. Amén, Jesús, María y José, tres Padre Nuestro a la muerte y pasión de Nuestro Señor Jesucristo, esta es la oración de la Santa Camisa, la del hijo del Dios vivo,la que me pongo en contra de mis enemigos tengan ojos y no me vean, pies y no me alcancen, manos y no me toquen, hierro no me hiera, nudos no me ate, por las tres coronas del Patriarca san Abraham aquí ofrezco una oración en unión de mi persona, que vengan mis enemigos tan mansos a mí, como fué nuestro Señor Jesucristo con el madero a la cruz. San Idelfonso bendito confesor de nuestro Señor Jesucristo bendecistes la hostia y el cáliz, en el Altar Mayor, bendice mi cama, mi cuerpo y mi casa y todo mi alrededor, líbrame de brujos, hechiceros y personas de malignas intenciones, con tres te mido, con tres de parto, con la gracia de Dios y del Espíritu Santo. Amén, Jesús, María y José.
(Esta es la verdera y legítima oración del Justo Juez, habiendo sido bendecida en la capilla del Templo de nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Santiago de Cuba, por el padre Gerardo).
(Esta es la verdera y legítima oración del Justo Juez, habiendo sido bendecida en la capilla del Templo de nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Santiago de Cuba, por el padre Gerardo).
Salmo 91
Cualquiera que more en el lugar secreto del Altísimo se conseguirá alojamiento bajo la mismísima sombra del Todopoderoso.
Ciertamente diré a Jehová: “[Tú eres] mi refugio y mi plaza fuerte, mi Dios, en quien de veras confiaré”.
Porque él mismo te librará de la trampa del pajarero, de la peste que causa adversidades.
Con sus plumas remeras obstruirá el acceso a ti, y debajo de sus alas te refugiarás. Su apego a la verdad será un escudo grande y baluarte.
No tendrás miedo de nada pavoroso de noche, ni de la flecha que vuela de día, ni de la peste que anda en las tinieblas, ni de la destrucción que despoja violentamente al mediodía.
Mil caerán a tu lado mismo, y diez mil a tu diestra; mas a ti no se te acercará.
Solo con tus ojos seguirás mirando, y verás la retribución misma de los inicuos. Porque tú [dijiste]: “Jehová es mi refugio”, has hecho al Altísimo mismo tu morada;
No te acaecerá ninguna calamidad, y ni siquiera una plaga se acercará a tu tienda. Porque él dará a sus propios ángeles un mandato acerca de ti,
para que te guarden en todos tus caminos. Sobre sus manos te llevarán, para que no des con tu pie contra piedra alguna.
Sobre el león joven y la cobra pisarás; hollarás al leoncillo criñado y a la culebra grande.
Porque en mí él ha puesto su cariño, Yo también le proveeré escape. Lo protegeré porque ha llegado a conocer mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé. Estaré con él en la angustia. Lo libraré y lo glorificaré.
Con largura de días lo satisfaré, y le haré ver la salvación por mí.
Ciertamente diré a Jehová: “[Tú eres] mi refugio y mi plaza fuerte, mi Dios, en quien de veras confiaré”.
Porque él mismo te librará de la trampa del pajarero, de la peste que causa adversidades.
Con sus plumas remeras obstruirá el acceso a ti, y debajo de sus alas te refugiarás. Su apego a la verdad será un escudo grande y baluarte.
No tendrás miedo de nada pavoroso de noche, ni de la flecha que vuela de día, ni de la peste que anda en las tinieblas, ni de la destrucción que despoja violentamente al mediodía.
Mil caerán a tu lado mismo, y diez mil a tu diestra; mas a ti no se te acercará.
Solo con tus ojos seguirás mirando, y verás la retribución misma de los inicuos. Porque tú [dijiste]: “Jehová es mi refugio”, has hecho al Altísimo mismo tu morada;
No te acaecerá ninguna calamidad, y ni siquiera una plaga se acercará a tu tienda. Porque él dará a sus propios ángeles un mandato acerca de ti,
para que te guarden en todos tus caminos. Sobre sus manos te llevarán, para que no des con tu pie contra piedra alguna.
Sobre el león joven y la cobra pisarás; hollarás al leoncillo criñado y a la culebra grande.
Porque en mí él ha puesto su cariño, Yo también le proveeré escape. Lo protegeré porque ha llegado a conocer mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé. Estaré con él en la angustia. Lo libraré y lo glorificaré.
Con largura de días lo satisfaré, y le haré ver la salvación por mí.
ORACION A LA 21 DIVISION
Yo invoco la sublime influencia
de las 21 Divisiones para obtener buen éxito y adelanto
en todos los asuntos de mi vida
y para allanar todas las dificultades que haya en mi camino.
Invoco la ayuda del Espirito Santo
para que las estrellas alumbren y guíen mi camino
y me espanten la mala sombra que pueda seguirme.
Invoco a Dios de las alturas para que mi casa prospere, aumente mis negocios
y mi persona reciba un mensaje de buena suerte
enviado por la Divina Providencia.
Oh! Gran Poder de Dios,
imploro tu poderosa ayuda
para que me apartes del peligro en el momento preciso
y para que mi camino se vea iluminado
por el faro de la fortuna.
Yo recibiré las infinitas bendiciones del cielo,
creo en Dios Padre Todopoderoso.
Amén
Yo invoco la sublime influencia
de las 21 Divisiones para obtener buen éxito y adelanto
en todos los asuntos de mi vida
y para allanar todas las dificultades que haya en mi camino.
Invoco la ayuda del Espirito Santo
para que las estrellas alumbren y guíen mi camino
y me espanten la mala sombra que pueda seguirme.
Invoco a Dios de las alturas para que mi casa prospere, aumente mis negocios
y mi persona reciba un mensaje de buena suerte
enviado por la Divina Providencia.
Oh! Gran Poder de Dios,
imploro tu poderosa ayuda
para que me apartes del peligro en el momento preciso
y para que mi camino se vea iluminado
por el faro de la fortuna.
Yo recibiré las infinitas bendiciones del cielo,
creo en Dios Padre Todopoderoso.
Amén
ORACIONES ESPIRITISTAS
3. Oración. I. ¡Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu nombre!
Creemos en ti, Señor, porque todo revela tu poder y tu bon- dad. La armonía del universo es el testimonio de una sabiduría, una prudencia y una previsión que superan todas las facultades humanas. El nombre de un ser soberanamente grande y sabio está inscripto en todas las obras de la creación, desde la brizna de hierba y el más pequeño de los insectos, hasta los astros que giran en el espacio. En todas partes vemos pruebas de tu cuidado paternal. Por eso, ciego es el que no te reconoce en tus obras, orgulloso es el que no te alaba, e ingrato es el que no te da las gracias.
3. Oración. I. ¡Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu nombre!
Creemos en ti, Señor, porque todo revela tu poder y tu bon- dad. La armonía del universo es el testimonio de una sabiduría, una prudencia y una previsión que superan todas las facultades humanas. El nombre de un ser soberanamente grande y sabio está inscripto en todas las obras de la creación, desde la brizna de hierba y el más pequeño de los insectos, hasta los astros que giran en el espacio. En todas partes vemos pruebas de tu cuidado paternal. Por eso, ciego es el que no te reconoce en tus obras, orgulloso es el que no te alaba, e ingrato es el que no te da las gracias.
COLECION DE ORACIONES ESCOGIDAS DEL LIBRO DE Allan Kardec
Oración. I. ¡Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu nombre!
Creemos en ti, Señor, porque todo revela tu poder y tu bon- dad. La armonía del universo es el testimonio de una sabiduría, una prudencia y una previsión que superan todas las facultades humanas. El nombre de un ser soberanamente grande y sabio está inscripto en todas las obras de la creación, desde la brizna de hierba y el más pequeño de los insectos, hasta los astros que giran en el espacio. En todas partes vemos pruebas de tu cuidado paternal. Por eso, ciego es el que no te reconoce en tus obras, orgulloso es el que no te alaba, e ingrato es el que no te da las gracias.
Colección de oraciones espíritas
II. ¡Venga a nosotros tu reino!
Señor, has dado a los hombres leyes plenas de sabiduría, que los harían felices si las observaran. Con esas leyes reinarían entre ellos la paz y la justicia, y todos se prestarían ayuda mutuamente, en vez de maltratarse como lo hacen. El fuerte sostendría al débil en lugar de abrumarlo. Evitarían los males que los abusos y los excesos de toda índole engendran. Todas las miserias de este mun- do provienen de la violación de tus leyes, porque no hay una sola infracción a ellas que no acarree funestas consecuencias.
Has dado al animal el instinto que le marca el límite de lo necesario, y él automáticamente se conforma. En cambio, al hom- bre le diste, además de ese instinto, la inteligencia y la razón. Tam- bién le has dado la libertad de cumplir o de infringir aquellas de tus leyes que le conciernen específicamente, es decir, le has dado la libertad de elegir entre el bien y el mal, para que tenga el mérito y la responsabilidad de sus acciones.
Nadie puede alegar que ignora tus leyes, pues con tu provi- dencia paternal has querido que estuviesen grabadas en la concien- cia de cada uno, sin distinción de cultos ni de naciones. Los que las violan te menosprecian.
Llegará un día en que, según tu promesa, todos las practica- rán. Entonces la incredulidad habrá desaparecido. Todos te reco- nocerán como el Soberano Señor de todas las cosas, y el reinado de tus leyes será el de tu reino en la Tierra.
Dígnate, Señor, apresurar su advenimiento, brindando a los hombres la luz necesaria para conducirlos al camino de la verdad.
III. ¡Hágase tu voluntad, así en la Tierra como en el Cielo!
Si la sumisión es un deber del hijo para con su padre, así como del subalterno para con su superior, ¡cuánto más grande debe ser la de la criatura para con su Creador! Hacer tu voluntad,
Señor, consiste en respetar tus leyes y en someterse sin quejas a tus designios divinos. El hombre obrará de ese modo cuando com- prenda que eres la fuente de toda la sabiduría, y que sin ti, él nada puede. Entonces respetará tu voluntad en la Tierra, así como los elegidos la respetan en el Cielo.
IV. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Danos el alimento para sustentar las fuerzas del cuerpo. Danos también el alimento espiritual para desarrollar nuestro Espíritu.
El animal encuentra su comida, pero el hombre debe su sus- tento a su propia actividad y a los recursos de su inteligencia, por- que lo creaste libre.
Tú le has dicho: “Extraerás tu alimento de la tierra con el su- dor de tu frente”. Así, transformaste el trabajo en una obligación, a fin de que los hombres ejercitaran su inteligencia en la búsqueda de los medios para proveer a sus necesidades y a su bienestar, los unos mediante el trabajo material, los otros mediante el trabajo intelectual. Sin el trabajo el hombre permanecería estacionario y no podría aspirar a la felicidad de los Espíritus superiores.
Ayudas al hombre de buena voluntad que confía en ti para obtener lo necesario, pero no al que se complace en la ociosidad y que quisiera obtener todo sin esfuerzo, como tampoco al que busca lo superfluo. (Véase el Capítulo XXV.)
¡Cuántos hay que sucumben por su propia falta, por su desi- dia, por su imprevisión o su ambición, y por no haber querido contentarse con lo que les habías dado! Esos son los artífices de su propio infortunio, y no tienen derecho a quejarse, porque son castigados por donde han pecado. No obstante, ni siquiera a esos abandonas, pues eres infinitamente misericordioso. Les tiendes las manos para socorrerlos, a partir del momento en que, como el hijo pródigo, retornan sinceramente a ti. (Véase el Capítulo V, § 4.)
V. Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
Cada una de nuestras infracciones a tus leyes, Señor, repre- senta una ofensa que te hacemos y una deuda contraída que, tarde o temprano, tendremos que saldar. Te solicitamos que nos las per- dones, por tu infinita misericordia, y te prometemos esforzarnos para no contraer nuevas deudas.
Tú nos has impuesto como ley expresa la caridad. Pero la caridad no sólo consiste en asistir a nuestros semejantes en sus necesidades; consiste también en el olvido y en el perdón de las ofensas. ¿Con qué derecho reclamaríamos tu indulgencia, si noso- tros mismos no la aplicáramos en relación con aquellos de quienes nos quejamos?
Danos fuerza, Dios mío, para reprimir en nuestra alma el re- sentimiento, el odio y el rencor. Haz que la muerte no nos sorprenda con deseos de venganza en el corazón. Si te satisface sacarnos hoy mis- mo de este mundo, haz que podamos presentarnos ante ti limpios de toda animosidad, a ejemplo de Cristo, cuyas palabras postreras fueron de clemencia para sus verdugos. (Véase el Capítulo X.)
Las persecuciones que nos hacen padecer los malos forman parte de nuestras pruebas terrenales. Debemos aceptarlas sin que- jarnos, al igual que todas las otras pruebas, y no maldecir a los que con sus maldades nos despejan el camino hacia la felicidad eterna, puesto que nos dijiste por boca de Jesús: “¡Bienaventurados los que sufren por la justicia!” Bendigamos, entonces, la mano que nos hiere y nos humilla, porque las heridas del cuerpo fortifican nuestra alma, y seremos exaltados a consecuencia de nuestra humildad. (Véase el Capítulo XII, § 4.)
Bendito sea tu nombre, Señor, porque nos has enseñado que nuestra suerte no está inexorablemente determinada después de la muerte; que encontraremos en otras existencias los medios de rescatar y reparar nuestras faltas del pasado, así como de cumplir en una nueva vida lo que no podemos realizar en esta, a los fines de nuestro adelanto. (Véase el Capítulo IV, y el Capítulo V, § 5.)
VI. No nos dejes caer en la tentación,
Danos, Señor, la fuerza para resistir las sugestiones de los Espíritus malos, que intentan desviarnos del camino del bien in- spirándonos malos pensamientos.
No obstante, nosotros mismos somos Espíritus imperfectos, encarnados en la Tierra para expiar nuestras faltas y mejorar. La causa primera del mal reside en nosotros mismos, y los Espíritus malos no hacen más que aprovecharse de nuestras inclinaciones viciosas, en las que nos mantienen para tentarnos.
Cada imperfección es una puerta abierta a la influencia de esos Espíritus. Por otra parte, son impotentes ante los seres per- fectos, y renuncian a toda tentativa contra ellos. Todo cuanto nos propongamos hacer para apartarlos resultará inútil, si no les opo- nemos una voluntad inquebrantable en el sentido del bien, además de que renunciemos por completo al mal. Por consiguiente, es necesario que dirijamos nuestros esfuerzos contra nosotros mismos. Sólo en ese caso los Espíritus malos se apartarán espontáneamente, porque el mal los atrae, mientras que el bien les produce rechazo. (Véase más adelante “Oraciones para los obsesos”.)
Señor, danos amparo en relación con nuestra debilidad. In- spíranos, a través de la voz de nuestros ángeles de la guarda y de los Espíritus buenos, la voluntad de corregirnos de nuestras im- perfecciones, para que cerremos a los Espíritus impuros el acceso a nuestra alma. (Véase más adelante el § 11.)
El mal no es obra tuya, Señor, porque la fuente de todo bien no puede generar nada malo. Nosotros mismos somos los que creamos el mal, cuando infringimos tus leyes, y por el mal uso que hacemos de la libertad que nos concediste. Cuando los hom- bres respeten tus leyes, el mal desaparecerá de la Tierra, del mismo modo que ha desaparecido de los mundos más adelantados.
El mal no es una necesidad fatal para nadie, y sólo les parece irresistible a los que se complacen en él. Si tenemos la voluntad de hacer el mal, podemos también tener la de practicar el bien. Por eso, Dios mío, solicitamos tu asistencia y la de los Espíritus bue- nos, para resistir a la tentación.
VII. Así sea.
¡Sea tu voluntad, Señor, que nuestros deseos se cumplan! No obstante, nos inclinamos ante tu sabiduría infinita. Que en todo aquello que no nos es dado comprender, se haga tu santa voluntad y no la nuestra, porque sólo quieres nuestro bien y sabes mejor que nosotros lo que nos conviene.
Te dirigimos esta plegaria, ¡oh Dios!, por nosotros mismos, y también por todas las almas que sufren, encarnadas o desencar- nadas, por nuestros amigos y nuestros enemigos, por todos los que demandan nuestra asistencia y, en particular, por N...
Para todos suplicamos tu misericordia y tu bendición.
Para los médiums
10. ORACIÓN. Dios Todopoderoso, permite que los Espíritus buenos me asistan en la comunicación que solicito. Presérvame de la presunción de considerarme a salvo de los Espíritus malos; del orgullo que podría hacer que me equivoque acerca del valor de lo que obtenga, y de todo sentimiento contrario a la caridad para con los otros médiums. Si fuera inducido al error, inspira a alguien la idea de advertírmelo, y a mí la humildad que me haga aceptar la crítica con reconocimiento, tomando como dirigidos a mí mismo, y no a los demás, los consejos que los Espíritus buenos se propongan dictarme.
Si por algún motivo fuera tentado a cometer abusos, o a envanecerme de la facultad que has tenido a bien concederme, te ruego que me la retires, en lugar de permitir que pueda desviarla de su objetivo providencial, que es el bien de todos y mi propio adelanto moral.
II.Oracion A los ángeles de la guarda y a los Espíritus protectores
12. ORACIÓN. Espíritus sabios y benevolentes, mensajeros de Dios, cuya misión consiste en prestar asistencia a los hombres y conducirlos por el camino del bien, sostenedme en las pruebas de esta vida, y dadme fuerzas para soportarlas sin quejarme. Apartad de mí los malos pensamientos y contribuid a que no dé acceso a ninguno de los Espíritus malos que intentan inducirme al mal. Iluminad mi conciencia para que pueda ver mis defectos, y quitad de mis ojos el velo del orgullo, pues me impediría que los viera y me los confesara a mí mismo.
A ti, sobre todo, N..., mi ángel de la guarda, que muy espe- cialmente velas sobre mí, y a vosotros, Espíritus protectores, que os interesáis por mí, permitid que llegue a ser digno de vuestra be- nevolencia. Conocéis mis necesidades: haced que sean satisfechas según la voluntad de Dios.
13. (OTRA)
Dios mío, permite que los Espíritus buenos que me rodean acudan en mi auxilio cuando esté en dificultades, y que me sostengan si vacilo. Haced, Señor, que me inspiren la fe, la esperanza y la caridad; que sean para mí un apoyo, una promesa y una prueba de tu misericordia. Haz, en definitiva, que encuentre en ellos la fuerza que me falta para sobrellevar las pruebas de la vida, así como, para resistir a las sugestiones del mal, la fe que salva y el amor que consuela.
14. (OTRA)
Espíritus amados, ángeles de la guarda, voso- tros a quienes Dios, en su infinita misericordia, permite que veléis por los hombres, sed nuestros protectores en las pruebas de la vida terrenal. Concedednos la fuerza, la valentía y la resignación. Inspi- radnos todo lo bueno, y evitad que caigamos en la pendiente del mal. Que vuestra dulce influencia penetre en nuestra alma. Haced que sintamos que un amigo sincero está aquí, junto a nosotros, que ve nuestros padecimientos y comparte nuestras alegrías.
Y tú, mi ángel bueno, no me abandones. Necesito toda tu protección para sobrellevar con fe y amor las pruebas que Dios tenga a bien enviarme.
Para alejar a los Espíritus malos
17. ORACIÓN.
¡En nombre de Dios Todopoderoso, que los Espíritus malos se alejen de mí, y que los buenos me sirvan de amparo contra ellos!
Espíritus malignos, que inspiráis malos pensamientos a los hombres; Espíritus tramposos y mentirosos, que los engañáis; Espíritus burlones, que abusáis de su credulidad, os rechazo con todas las fuerzas de mi alma, y cierro los oídos a vuestras sugestiones. No obstante, imploro para vosotros la misericordia de Dios.
Espíritus buenos, que os dignáis asistirme, dadme la fuerza para resistir a la influencia de los Espíritus malos, y la comprensión necesaria para que no sea víctima de sus perversas intenciones. Preservadme del orgullo y de la presunción. Apartad de mi corazón los celos, el odio, la malevolencia, y todo sentimiento contrario a la caridad, porque son otras tantas puertas abiertas al Espíritu del mal.
PLEGARIA DEL NAUFRAGO:
Torna tu vista, Dios mío,
Hacia esta infeliz criatura
No me des la sepultura
entre las ondas del mar.
Dame la fuerza y valor
Para salvar el abismo.
Dame gracias por lo mismo
Que es tan grande tu bondad.
Si yo, cual frágil barquilla
Por mi soberbia halagado.
El mar humano he cruzado
Tan solo tras el placer
Déjame, Señor, que vuelva
A pisar el continente.
Haciendo voto ferviente
De ser cristiano con Fe.
Si yo por mi torpe falta
Me he mecido entre las brumas
Desafiando las espumas
Que levanta el temporal.
Te ofrezco en adelante
No tendré el atrevimiento
De sordo ser al lamento
De aquel que sufre en el mal
Y si siguiendo mi rumbo
He tenido hasta el descaro
De burlarme de aquel faro
Que puerto me designó,
Yo te prometo, Dios mío,
No burlarme de esa luz
Que brilla sobre la cruz
Por el hijo de tu amor.
¡Oh!, tu, padre de mi alma,
Que escuchas al afligido,
Que me ves arrepentido
De lo que mi vida fue
Sálvame, Dios mío, sálvame,
Y dame, antes de que dé cuenta,
Para que yo me arrepienta,
El tiempo preciso.
Amén
Oración. I. ¡Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu nombre!
Creemos en ti, Señor, porque todo revela tu poder y tu bon- dad. La armonía del universo es el testimonio de una sabiduría, una prudencia y una previsión que superan todas las facultades humanas. El nombre de un ser soberanamente grande y sabio está inscripto en todas las obras de la creación, desde la brizna de hierba y el más pequeño de los insectos, hasta los astros que giran en el espacio. En todas partes vemos pruebas de tu cuidado paternal. Por eso, ciego es el que no te reconoce en tus obras, orgulloso es el que no te alaba, e ingrato es el que no te da las gracias.
Colección de oraciones espíritas
II. ¡Venga a nosotros tu reino!
Señor, has dado a los hombres leyes plenas de sabiduría, que los harían felices si las observaran. Con esas leyes reinarían entre ellos la paz y la justicia, y todos se prestarían ayuda mutuamente, en vez de maltratarse como lo hacen. El fuerte sostendría al débil en lugar de abrumarlo. Evitarían los males que los abusos y los excesos de toda índole engendran. Todas las miserias de este mun- do provienen de la violación de tus leyes, porque no hay una sola infracción a ellas que no acarree funestas consecuencias.
Has dado al animal el instinto que le marca el límite de lo necesario, y él automáticamente se conforma. En cambio, al hom- bre le diste, además de ese instinto, la inteligencia y la razón. Tam- bién le has dado la libertad de cumplir o de infringir aquellas de tus leyes que le conciernen específicamente, es decir, le has dado la libertad de elegir entre el bien y el mal, para que tenga el mérito y la responsabilidad de sus acciones.
Nadie puede alegar que ignora tus leyes, pues con tu provi- dencia paternal has querido que estuviesen grabadas en la concien- cia de cada uno, sin distinción de cultos ni de naciones. Los que las violan te menosprecian.
Llegará un día en que, según tu promesa, todos las practica- rán. Entonces la incredulidad habrá desaparecido. Todos te reco- nocerán como el Soberano Señor de todas las cosas, y el reinado de tus leyes será el de tu reino en la Tierra.
Dígnate, Señor, apresurar su advenimiento, brindando a los hombres la luz necesaria para conducirlos al camino de la verdad.
III. ¡Hágase tu voluntad, así en la Tierra como en el Cielo!
Si la sumisión es un deber del hijo para con su padre, así como del subalterno para con su superior, ¡cuánto más grande debe ser la de la criatura para con su Creador! Hacer tu voluntad,
Señor, consiste en respetar tus leyes y en someterse sin quejas a tus designios divinos. El hombre obrará de ese modo cuando com- prenda que eres la fuente de toda la sabiduría, y que sin ti, él nada puede. Entonces respetará tu voluntad en la Tierra, así como los elegidos la respetan en el Cielo.
IV. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Danos el alimento para sustentar las fuerzas del cuerpo. Danos también el alimento espiritual para desarrollar nuestro Espíritu.
El animal encuentra su comida, pero el hombre debe su sus- tento a su propia actividad y a los recursos de su inteligencia, por- que lo creaste libre.
Tú le has dicho: “Extraerás tu alimento de la tierra con el su- dor de tu frente”. Así, transformaste el trabajo en una obligación, a fin de que los hombres ejercitaran su inteligencia en la búsqueda de los medios para proveer a sus necesidades y a su bienestar, los unos mediante el trabajo material, los otros mediante el trabajo intelectual. Sin el trabajo el hombre permanecería estacionario y no podría aspirar a la felicidad de los Espíritus superiores.
Ayudas al hombre de buena voluntad que confía en ti para obtener lo necesario, pero no al que se complace en la ociosidad y que quisiera obtener todo sin esfuerzo, como tampoco al que busca lo superfluo. (Véase el Capítulo XXV.)
¡Cuántos hay que sucumben por su propia falta, por su desi- dia, por su imprevisión o su ambición, y por no haber querido contentarse con lo que les habías dado! Esos son los artífices de su propio infortunio, y no tienen derecho a quejarse, porque son castigados por donde han pecado. No obstante, ni siquiera a esos abandonas, pues eres infinitamente misericordioso. Les tiendes las manos para socorrerlos, a partir del momento en que, como el hijo pródigo, retornan sinceramente a ti. (Véase el Capítulo V, § 4.)
V. Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
Cada una de nuestras infracciones a tus leyes, Señor, repre- senta una ofensa que te hacemos y una deuda contraída que, tarde o temprano, tendremos que saldar. Te solicitamos que nos las per- dones, por tu infinita misericordia, y te prometemos esforzarnos para no contraer nuevas deudas.
Tú nos has impuesto como ley expresa la caridad. Pero la caridad no sólo consiste en asistir a nuestros semejantes en sus necesidades; consiste también en el olvido y en el perdón de las ofensas. ¿Con qué derecho reclamaríamos tu indulgencia, si noso- tros mismos no la aplicáramos en relación con aquellos de quienes nos quejamos?
Danos fuerza, Dios mío, para reprimir en nuestra alma el re- sentimiento, el odio y el rencor. Haz que la muerte no nos sorprenda con deseos de venganza en el corazón. Si te satisface sacarnos hoy mis- mo de este mundo, haz que podamos presentarnos ante ti limpios de toda animosidad, a ejemplo de Cristo, cuyas palabras postreras fueron de clemencia para sus verdugos. (Véase el Capítulo X.)
Las persecuciones que nos hacen padecer los malos forman parte de nuestras pruebas terrenales. Debemos aceptarlas sin que- jarnos, al igual que todas las otras pruebas, y no maldecir a los que con sus maldades nos despejan el camino hacia la felicidad eterna, puesto que nos dijiste por boca de Jesús: “¡Bienaventurados los que sufren por la justicia!” Bendigamos, entonces, la mano que nos hiere y nos humilla, porque las heridas del cuerpo fortifican nuestra alma, y seremos exaltados a consecuencia de nuestra humildad. (Véase el Capítulo XII, § 4.)
Bendito sea tu nombre, Señor, porque nos has enseñado que nuestra suerte no está inexorablemente determinada después de la muerte; que encontraremos en otras existencias los medios de rescatar y reparar nuestras faltas del pasado, así como de cumplir en una nueva vida lo que no podemos realizar en esta, a los fines de nuestro adelanto. (Véase el Capítulo IV, y el Capítulo V, § 5.)
VI. No nos dejes caer en la tentación,
Danos, Señor, la fuerza para resistir las sugestiones de los Espíritus malos, que intentan desviarnos del camino del bien in- spirándonos malos pensamientos.
No obstante, nosotros mismos somos Espíritus imperfectos, encarnados en la Tierra para expiar nuestras faltas y mejorar. La causa primera del mal reside en nosotros mismos, y los Espíritus malos no hacen más que aprovecharse de nuestras inclinaciones viciosas, en las que nos mantienen para tentarnos.
Cada imperfección es una puerta abierta a la influencia de esos Espíritus. Por otra parte, son impotentes ante los seres per- fectos, y renuncian a toda tentativa contra ellos. Todo cuanto nos propongamos hacer para apartarlos resultará inútil, si no les opo- nemos una voluntad inquebrantable en el sentido del bien, además de que renunciemos por completo al mal. Por consiguiente, es necesario que dirijamos nuestros esfuerzos contra nosotros mismos. Sólo en ese caso los Espíritus malos se apartarán espontáneamente, porque el mal los atrae, mientras que el bien les produce rechazo. (Véase más adelante “Oraciones para los obsesos”.)
Señor, danos amparo en relación con nuestra debilidad. In- spíranos, a través de la voz de nuestros ángeles de la guarda y de los Espíritus buenos, la voluntad de corregirnos de nuestras im- perfecciones, para que cerremos a los Espíritus impuros el acceso a nuestra alma. (Véase más adelante el § 11.)
El mal no es obra tuya, Señor, porque la fuente de todo bien no puede generar nada malo. Nosotros mismos somos los que creamos el mal, cuando infringimos tus leyes, y por el mal uso que hacemos de la libertad que nos concediste. Cuando los hom- bres respeten tus leyes, el mal desaparecerá de la Tierra, del mismo modo que ha desaparecido de los mundos más adelantados.
El mal no es una necesidad fatal para nadie, y sólo les parece irresistible a los que se complacen en él. Si tenemos la voluntad de hacer el mal, podemos también tener la de practicar el bien. Por eso, Dios mío, solicitamos tu asistencia y la de los Espíritus bue- nos, para resistir a la tentación.
VII. Así sea.
¡Sea tu voluntad, Señor, que nuestros deseos se cumplan! No obstante, nos inclinamos ante tu sabiduría infinita. Que en todo aquello que no nos es dado comprender, se haga tu santa voluntad y no la nuestra, porque sólo quieres nuestro bien y sabes mejor que nosotros lo que nos conviene.
Te dirigimos esta plegaria, ¡oh Dios!, por nosotros mismos, y también por todas las almas que sufren, encarnadas o desencar- nadas, por nuestros amigos y nuestros enemigos, por todos los que demandan nuestra asistencia y, en particular, por N...
Para todos suplicamos tu misericordia y tu bendición.
Para los médiums
10. ORACIÓN. Dios Todopoderoso, permite que los Espíritus buenos me asistan en la comunicación que solicito. Presérvame de la presunción de considerarme a salvo de los Espíritus malos; del orgullo que podría hacer que me equivoque acerca del valor de lo que obtenga, y de todo sentimiento contrario a la caridad para con los otros médiums. Si fuera inducido al error, inspira a alguien la idea de advertírmelo, y a mí la humildad que me haga aceptar la crítica con reconocimiento, tomando como dirigidos a mí mismo, y no a los demás, los consejos que los Espíritus buenos se propongan dictarme.
Si por algún motivo fuera tentado a cometer abusos, o a envanecerme de la facultad que has tenido a bien concederme, te ruego que me la retires, en lugar de permitir que pueda desviarla de su objetivo providencial, que es el bien de todos y mi propio adelanto moral.
II.Oracion A los ángeles de la guarda y a los Espíritus protectores
12. ORACIÓN. Espíritus sabios y benevolentes, mensajeros de Dios, cuya misión consiste en prestar asistencia a los hombres y conducirlos por el camino del bien, sostenedme en las pruebas de esta vida, y dadme fuerzas para soportarlas sin quejarme. Apartad de mí los malos pensamientos y contribuid a que no dé acceso a ninguno de los Espíritus malos que intentan inducirme al mal. Iluminad mi conciencia para que pueda ver mis defectos, y quitad de mis ojos el velo del orgullo, pues me impediría que los viera y me los confesara a mí mismo.
A ti, sobre todo, N..., mi ángel de la guarda, que muy espe- cialmente velas sobre mí, y a vosotros, Espíritus protectores, que os interesáis por mí, permitid que llegue a ser digno de vuestra be- nevolencia. Conocéis mis necesidades: haced que sean satisfechas según la voluntad de Dios.
13. (OTRA)
Dios mío, permite que los Espíritus buenos que me rodean acudan en mi auxilio cuando esté en dificultades, y que me sostengan si vacilo. Haced, Señor, que me inspiren la fe, la esperanza y la caridad; que sean para mí un apoyo, una promesa y una prueba de tu misericordia. Haz, en definitiva, que encuentre en ellos la fuerza que me falta para sobrellevar las pruebas de la vida, así como, para resistir a las sugestiones del mal, la fe que salva y el amor que consuela.
14. (OTRA)
Espíritus amados, ángeles de la guarda, voso- tros a quienes Dios, en su infinita misericordia, permite que veléis por los hombres, sed nuestros protectores en las pruebas de la vida terrenal. Concedednos la fuerza, la valentía y la resignación. Inspi- radnos todo lo bueno, y evitad que caigamos en la pendiente del mal. Que vuestra dulce influencia penetre en nuestra alma. Haced que sintamos que un amigo sincero está aquí, junto a nosotros, que ve nuestros padecimientos y comparte nuestras alegrías.
Y tú, mi ángel bueno, no me abandones. Necesito toda tu protección para sobrellevar con fe y amor las pruebas que Dios tenga a bien enviarme.
Para alejar a los Espíritus malos
17. ORACIÓN.
¡En nombre de Dios Todopoderoso, que los Espíritus malos se alejen de mí, y que los buenos me sirvan de amparo contra ellos!
Espíritus malignos, que inspiráis malos pensamientos a los hombres; Espíritus tramposos y mentirosos, que los engañáis; Espíritus burlones, que abusáis de su credulidad, os rechazo con todas las fuerzas de mi alma, y cierro los oídos a vuestras sugestiones. No obstante, imploro para vosotros la misericordia de Dios.
Espíritus buenos, que os dignáis asistirme, dadme la fuerza para resistir a la influencia de los Espíritus malos, y la comprensión necesaria para que no sea víctima de sus perversas intenciones. Preservadme del orgullo y de la presunción. Apartad de mi corazón los celos, el odio, la malevolencia, y todo sentimiento contrario a la caridad, porque son otras tantas puertas abiertas al Espíritu del mal.
PLEGARIA DEL NAUFRAGO:
Torna tu vista, Dios mío,
Hacia esta infeliz criatura
No me des la sepultura
entre las ondas del mar.
Dame la fuerza y valor
Para salvar el abismo.
Dame gracias por lo mismo
Que es tan grande tu bondad.
Si yo, cual frágil barquilla
Por mi soberbia halagado.
El mar humano he cruzado
Tan solo tras el placer
Déjame, Señor, que vuelva
A pisar el continente.
Haciendo voto ferviente
De ser cristiano con Fe.
Si yo por mi torpe falta
Me he mecido entre las brumas
Desafiando las espumas
Que levanta el temporal.
Te ofrezco en adelante
No tendré el atrevimiento
De sordo ser al lamento
De aquel que sufre en el mal
Y si siguiendo mi rumbo
He tenido hasta el descaro
De burlarme de aquel faro
Que puerto me designó,
Yo te prometo, Dios mío,
No burlarme de esa luz
Que brilla sobre la cruz
Por el hijo de tu amor.
¡Oh!, tu, padre de mi alma,
Que escuchas al afligido,
Que me ves arrepentido
De lo que mi vida fue
Sálvame, Dios mío, sálvame,
Y dame, antes de que dé cuenta,
Para que yo me arrepienta,
El tiempo preciso.
Amén